¡Nos tocan a unx nos tocan a todxs!
Según
algunos medios sevillanos, una concejal del Ayuntamiento no puede
participar en una ocupación bancaria en solidaridad con unas
familias que, acampadas a las puertas de una sucursal mendigaban una
renegociación de su hipoteca para evitar el desahucio, desahucio sí,
no “lanzamiento”. Es más, en horda inquisidora piden la dimisión
de la concejala y a ser posible un acto de contrición público.
Pero
hay un problema. Ellos, los que escriben para los que les pagan, a
quienes a su vez pagan esos de los bancos que no se pueden ocupar;
ellos, que libran una batalla política, no saben quién es Cristina,
nosotros/as sí. “Con ser todo tan patético”, alguno de esos
“periodistas” que no saben de dónde viene ni adónde va nuestra
compañera, se atreven a poner en entredicho su labor como docente; y
de eso mucho sabemos los integrantes de la comunidad educativa
sevillana y andaluza. La marea verde, las compañeras de los
sindicatos que han apoyado las luchas contra los recortes de la Junta
y el gobierno central en los últimos años, las familias del barrio
sevillano en el que Cristina ha desarrollado una labor encomiable y,
sobre todo, sus alumnos y alumnas, no han tardado un segundo en alzar
su voz ante semejantes acusaciones y calumnias en la prensa, y son ya
numerosas las cartas al director que se están enviando, que dudamos
sean publicadas en esos medios, o los comentarios de apoyo que está
recibiendo la compañera en las redes sociales. Porque todos los que
conocen a Cristina, sean alumnos o compañeras con las que ha
compartido la camiseta verde, han aprendido de ella que ser profesora
es mucho más que dar clases de una u otra asignatura. Ser docente es
contribuir a preparar a nuestros jóvenes para su pleno desarrollo en
el mundo que les ha tocado vivir y es necesario practicarlo con la
entrega que se supone a quien elige esta profesión. Como afirma
Freire, “la educación no cambia el mundo, pero cambia a las
personas que van a cambiar el mundo”. Y Cristina cree firmemente en
ello y por eso es, ante todo, Docente.
Es
obvio que quizá ciertos voceros del régimen ajenos a las
condiciones de vida del barrio en el que Cristina trabajaba antes de
ser elegida concejala, en el que fundó el Grupo de Acción Social
Diamantino, con un alumnado en demasiados casos sin techo, sin pan y
sin futuro, seguramente hubieran preferido a una docente que diese su
clase de sociales y después se volviera a casa ignorando el drama de
estos alumnos, a los que su profesora, por el contrario, explicaba
que la vivienda digna es un derecho esencial recogido en nuestra
constitución, cuáles son las leyes que debemos acatar, pero también
dónde reside la Justicia y la Lógica y cuáles son los medios de
que disponemos para ir en su búsqueda. Y esto es lo mismo que,
coherentemente con su profesión y con su responsabilidad, ya como
concejala, hizo meses después al apoyar el encierro de las
compañeras de PAH Coria en el Santander. Temporalmente no trabaja
como docente, pero nos congratula saber que, como en el instituto,
seguirá acatando las leyes vigentes, pero ante todo luchará lo
indecible por derribar aquellas que supongan un obstáculo en el
camino de la Justicia Social. Es demasiado responsable como para
omitir su deber. Jamás esconderá su honestidad y responsabilidad
bajo las inmaculadas moquetas de las instituciones por donde se
pasean los siervos de las minorías privilegiadas. Entendemos
perfectamente el nerviosismo de esos pocos.
Cristina
es Antígona, desobedeciendo las leyes de Creonte, porque Cristina no
es nadie y es todos/as nosotros/as, los/as que precisamente por estar
en sistema democrático de derecho no cedemos nuestra soberanía ni
nuestra autonomía moral.
El
padre del liberalismo, John Locke, que no debería resultar
sospechoso para ellos, para los de “el imperio de la ley”,
recogió con gran acierto que “cualquier ciudadano que sea oprimido
por los gobernantes de un Estado tiene derecho a desobedecer sus
mandatos e incluso a rebelarse contra ellos y destituirles”. Según
Locke, siempre que alguien –incluidos los príncipes y los
magistrados– invada por la fuerza el derecho de los demás, “será
culpable del mayor crimen que un hombre es capaz de cometer” y “se
pone a sí mismo en un estado de guerra con aquellos contra los que
esta fuerza es empleada”. Para Locke los gobernantes que “actúan
contrariamente al fin para el que fueron instituidos destruyen la
autoridad que el pueblo les dio”. Por tanto, la ley en una
democracia no puede ir contra el interés de los ciudadanos y a favor
de entidades cada vez más indefinidas que están mermando nuestra
soberanía en cuanto son capaces de modificar la legislación de un
Estado. Legislaciones dirigidas al interés económico y no a la
justicia social.
Cristina
Honorato no es una política que ocupó un banco. Es una activista
por la justicia social que ocupó una concejalía, espacio reservado
para los complacientes y serviles. Estas palabras no pretenden ser
una defensa, porque Cristina no la necesita, y porque esa labor la
deberían hacer los periodistas que día sí, y día también, están
intentando presentarla como alguien violenta e irracional.
La
desobediencia civil ante una ley injusta es un derecho y un deber en
las sociedades democráticas, únicos espacios en la que tiene
sentido, en las que no se puede exigir obediencia ciega a la ley, ni
por origen divino, ni por medio de la coerción violenta. Las leyes
las elaboran los ciudadanos a través de sus representantes y
voluntariamente las acatan, sin que en ningún momento su dimensión
política anule la moral.
MAREA VERDE ANDALUZA
INTERINOS
DOCENTES ANDALUCES
USTEA
CGT
GRUPO
DIAMANTINO DE ACCIÓN SOCIAL
COMPAÑERAS
DIAMANTINAS
CENTRO
SOCIAL 15M SAN PABLO LA SOLEÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario